jueves, 14 de junio de 2007

Solemnidad del Corpus del año 2007



Incluyo a continuación la homilia pronunciada por don Fernando Sebastián, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela:

Hoy los cristianos estamos de fiesta y sentimos la alegría dentro de nuestro corazón. Hacemos fiesta para celebrar el gozo de tener con nosotros el Cuerpo de Cristo.

Honrar el Cuerpo de Cristo es reforzar la verdad histórica de su existencia. Este es el Cuerpo nacido del seno virginal de Santa María, éste es el cuerpo que caminaba sobre las aguas del mar de Tiberíades y calmaba las tempestades, éste el cuerpo que se inclinaba sobre los enfermos y los curaba de sus enfermedades, éste el cuerpo que proclamó las Bienaventuranzas y se transfiguró en el monte Tabor. Este es el Cuerpo del Hijo de Dios que vivió en nuestro mundo, crucificado por nuestros pecados y glorificado por el poder de Dios como principio de otra humanidad santa y gloriosa.

Esta fiesta del Cuerpo de Cristo no es sólo una fiesta de recuerdos, es sobre todo una fiesta de presencias. La noche en que iba a ser entregado, Jesús nos hizo entrega de su cuerpo, de su presencia cercana y accesible, como un gesto de amor inesperado, para estar siempre con nosotros, para que lo tuviéramos siempre a nuestro alcance. Se puede decir que todo el invento de la Iglesia está en función de esta donación. Jesús inicia la Iglesia cuando les encomienda a sus discípulos que continúen haciendo por todos los siglos y en todos los rincones de la tierra lo que El está haciendo en el Cenáculo: tomad y comed porque esto es mi cuerpo. Tomad y bebed porque esta es mi sangre. Cuerpo y Sangre de Cristo, presencia permanente del Hijo de Dios vivo, entregado por nosotros y convertido por Dios en principio de vida eterna para todos los que quieran unirse a El por la fe y el amor. Desde entonces en nuestro mundo todo es presencia, todo es cercanía corporal y visible, todo es convergencia en el amor, Amor de Dios que nos crea y nos sostiene, amor de Cristo que nos convoca y nos santifica, amor de hermanos que nos reúne y nos enriquece.

Este Cuerpo bendito de Cristo es el signo viviente y primordial de la presencia del Hijo de Dios junto a nosotros, y es para todos los cristianos fuente de vida de vida espiritual y santa, vínculo de unidad y esperanza de vida eterna. Nos reunimos en torno a El como hicieron los discípulos en el Cenáculo, lo levantamos como bandera de unidad y de esperanza, lo recibimos en nuestro corazón como un alimento que nos transforma y se va adueñando poco a poco de nosotros.

El Cuerpo de Cristo es la manifestación substancial de la presencia y de la actuación del amor de Dios en favor nuestro. Lo fue en la vida terrena de Jesús, cuando anunciaba el reino de Dios, expulsando los demonios, curando enfermos y perdonando los pecados, lo fue singularmente cuando aceptó la muerte en sacrificio de amor y de fidelidad, y lo es especialmente ahora, en tiempos de la Iglesia, después de que Dios lo glorificó y lo constituyó causa de salvación y de vida eterna para todos los que crean en El.

Señor, hoy renovamos nuestra fe en Ti como Tesoro de la Iglesia y de la Humanidad. Te adoramos, te bendecimos, te damos gracias por estar con nosotros. Tú eres el apoyo y el fundamento de nuestra vida. Queremos que seas Tú el alimento de nuestros afectos y sentimientos, el alma de nuestros amores, la fuerza de nuestra vida. Cambia nuestras vidas, para que nosotros cambiemos con la fuerza de tu amor la vida de nuestras familias, el tono, las aspiraciones y el ambiente de nuestra sociedad. Haznos capaces de construir poco a poco un mundo nuevo, un mundo diferente, apoyado en la práctica de un amor verdadero y universal, ese mundo de hermanos y de hijos de Dios por el que Tú te ofreciste y te ofreces continuamente hecho Pan de vida en la mesa abierta de la fraternidad.

Cuando luego salgas con nosotros por las calles de Pamplona, bendice todos los rincones de la ciudad, bendice a los jóvenes y a los ancianos, a los que creen y a los que no creen, a los que nos respetan y a los que nos insultan, a los que sufren y a los que hacen sufrir, a las víctimas y a los verdugos. Todos son hijos del Padre común, todos necesitamos de Ti, todos estamos llamados a vivir como hermanos presididos y dirigidos por Ti. Que todos te conozcan, que todos te adoren y encuentren en Ti la alegría del perdón, la fortaleza de la verdadera justicia y el fundamento de la verdadera unidad y de la firme esperanza.


+ Fernando Sebastián Aguilar,
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela